16 de septiembre de 2020

Leyenda - Romance La Serrana De La Vera



LEYENDA – ROMANCE LA SERRANA DE LA VERA.


     Marchémonos a tierras de Extremadura donde existe la leyenda – romance de La Serrana, podría ser pastora o labriega según quien lo contara....

     Una muchacha seducida por un hidalgo, quien con promesas de matrimonio consiguió lo que quería y se marcho.
     La Serrana sintió tal humillación que huyó para esconderse de las miradas en la sierra, viviría sola manteniéndose de lo que cazaba en estos lugares, adoptando como técnica de supervivencia una manera muy peculiar de conseguir aquello que necesitaba, y porque no decirlo, de vengarse una y otra vez de aquel hombre que la humilló.
   


      Escogía a viajeros (siempre hombres), los conducía a su guarida, tras agasajarlos con comida y bebidas, los seducía y los mataba o “vengaba”.
     El tiempo que estuvo haciendo esto no se sabe, pero su leyenda – romance fue narrada por un superviviente que consiguió escapar de su cueva.
   






       Los romances cuentan que al ver cráneos en el interior de la cueva, comenzó a desconfiar, y ¿quién no desconfiaría?, era muy amable ofreciéndole buena comida y buen vino, y dejando entender que el postre sería lo mejor, como medio de defensa, este “viajero” le dijo: - “Déjame pagarte tanta hospitalidad con unas canciones”; adormecida por su voz, aprovechó el momento en que cayó en el sueño para salir como un rayo de la cueva.
     ¿Que pasó con ella?.
     Perseguida, ajusticiada, indultada, a elegir y que cada cual decida que debiera ser de ella.


Romance de La Serrana.
Allá en Garganta la Olla
en las sierras de la Vera,
donde el rey no manda nada

y la justicia no llega,
ni los hombres tienen miedo,
ni las mujeres vergüenza,
habitaba una serrana,
alta, linda, ojimorena,
blanca como pan de leche,
rubia como la canela.

Al uso de cazadora,
gasta falda a media pierna,
botín alto y argentado
y en el hombro una ballesta;
trae recogidos los rizos
debajo de la montera,
que no se diferenciaba
si era varón o era hembra.

Cuando tiene gana de hombre,
se bajaba a la ribera,
va por ver cantar el agua
y bailar a las arenas;
cuando de amores no quiere,
se sube a las altas peñas.
Estando yo con mis cabras
donde llaman Torrambela,
vi bajar a la serrana
brincando de piedra en piedra.

Me ha desafiado a luchar,
me puse a luchar con ella.
Me dice "Pollo calzado",
le digo "Gallina clueca";
me tiró la zapateta,
le tiré la zancajuela,
ni ella me tumbaba a mí,
ni yo tumbarla pudiera.

Quiso Dios y mi Fortuna
por debajo me cogiera,
y, de que me vio vencido,
me llevó para su cueva.

No me lleva por camino
ni tampoco por vereda,
que me lleva por carriles
que de cristianos no eran.

Me dio yesca y pedernal
para que la lumbre encienda:
Prende, prende, serranillo,
que voy a buscar la cena.-
El fuego sin encender,
ya la serrana volviera;
de coneacuri y perdices
trae la pretina llena,
de tórtolas y aragüeñas.

¡Alégrate, caminante,
que buena cena te espera!-
Y se puso a hacer la lumbre
con huesos y calaveras.
Mientras que el conejo se asa,
la perdiz está en cazuela.

Se pusieron a cenar;
me mandó cerrar la puerta,
pero yo, de prevenido,
la dejé un poco entreabierta.
Si buena cena me dio,
muy mejor cama me diera:
sobre pieles de venado
su mantellina tendiera
y de cabecera puso
las pieles de una coneja.

Ella toca un rabelillo,
a mí me dio una vihuela.
Yo, que lo sabía hacer,
me puse a templar las cuerdas,
la prima con la segunda,
el bordón con todas ellas.

vino blanco para ella.
Bebe, bebe, serranillo,
bebe por la calavera.
Venga vino sobre vino,
venga vino en borrachera.
Por un cantar que ella canta,
yo cantaba una docena;
intentó dormirme a mí
y yo la adormecí a ella.

Desde que la vi dormida,
de un brinco me salí afuera,
con las bragas bajo el brazo,
los zapatos en chancleta.
Legua y media llevo andado
sin revolver la cabeza;
una vez que la volví,
¡ojalá no la volviera!,
vi venir a la serrana
bramando como una fiera,
dando brincos como corza,
relincha como una yegua.

Puso un chinarro en la honda,
que pesaba arroba y media,
luego del primer hondazo
me ha tumbado la montera.
¡Espérate, serranillo,
que te dejas la montera,
la montera es de buen paño
y es lástima que la pierdas!
Aunque fuera ella de oro,
yo por ella no volviera.

Por Dios te pido, serrano,
no me descubras mi cueva.
No te la descubriré,
hasta la primera venta.
¡Ay de mí, triste cuitada,
que ahora seré descubierta,
que mi padre comió pan
y mi madre pació hierba!
Soy hija del Conde Orgaz,
engendrada en una yegua,
mis hermanos son dos potros,
que andan por la alta sierra.


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