15 de agosto de 2018

La Regla de la Orden del Temple




     Bienvenidos iniciados, cualquier orden monástica debe someterse a una regla, y la Orden del Temple también tuvo que hacerlo, sobre ella hablaremos de  manera general...






     El Viaje de Hugo de Payns.
     
     Aquellos que siguen la Orden del Temple, saben que Hugo es uno de los considerados fundadores de la Orden, y encargado de exponer la Regla para su aprobación en el Concilio de Troyes.
     Partiría desde Jerusalén hacia Europa acompañado de 5 caballeros templarios: Godofredo de Saint-Omer, Payen de Montdidier, Archibaldo de Saint-Amand, Godofredo Bisol y Rolando; llevando consigo una carta de recomendación del rey de Jerusalén, Balduino II, carta dirigida a Bernardo de Claraval, pidiéndole su apoyo a Hugo y sus miembros; el propio Balduino financiaría el viaje a Europa, igualmente el Patriarca de Jerusalén pedía al papa una Regla modelada a la creación de esta  nueva Orden.


     Con este viaje intentaba además de obtener la aprobación y confirmación de la Orden y su Regla, conseguir recursos económicos que le ayudaran a poder poner en funcionamiento la futura Orden, y así atraer a reclutas que fueran dando forma a la misma, a la vez que aprovecha para llamarlos a la defensa del Santo Sepulcro de Jerusalén.
      

     Es muy probable que uno de sus puntos de visita fuera Roma para visitar al Papa y explicarle la situación en Tierra Santa, ya que era el representante del rey Balduino durante este viaje, presentándosele una gran oportunidad para hablarle sobre la futura Orden y el papel que sus miembros podrían desarrollar en Jerusalén.
     Se piensa que de este encuentro surgiera la celebración del futuro Concilio de Troyes.




     Partes de la Regla.
     Lo primero que debemos decir, es que conocemos como Regla del Temple todo lo relacionado con sus normas a seguir dentro y fuera del ámbito conventual, englobando desde su forma de vestir hasta cuando y como deben comer...
      Sin embargo, la Regla final terminaría englobando 4 partes, que se irían añadiendo a medida que la Orden crece y debe adaptarse a nuevas necesidades:
      Regla Primitiva: de la cual hablaremos a continuación.
     Retractaciones: Trata los usos y costumbres de la Orden. Redactada en 1165
     Estatutos Jerárquicos: Tratan lo relacionado con las ceremonias, escrito sobre 1230-1240.
    Consideraciones o Retrais: Aquí se toca la disciplina, las faltas, gradaciones de penas hasta ejemplos jurisprudenciales. Entre 1257-1267.

     Las tres ultimas lo que hacen es simplemente coger los artículos que componen la Regla Primitiva, los estudian, desarrollando, cambiando o modificando aquel artículo para acondicionarlo a las circunstancias del momento.


     Concilio de Troyes: 14 Enero 1128


     La Regla sería expuesta por Hugues de Payns ante el legado pontifício Mateo d'Albano, Obispos de Sens, Reims, Chartres, Soisons, parís, Troyes, Orleans, Auxerre, Châlons-sur-Marne, Laon, Beauvais, Abades como Etienne Harding, algunos laicos como Thibaut de Champaña o el Conde de Nevers, entre otros...
     Posteriormente se procedería a su estudio artículo por artículo, siendo aceptada o modificada por la Asamblea Consular; añadir que las modificaciones no eran nada más que adaptarla a los usos y costumbres religiosos de los conventos.
     “Se trata de adaptar una Regla monástica a los imperativos a que debían hacer frente unos guerreros”. La Otra Historia de los Templarios. Michael Lamy.
     La reunión del Concilio “se trató de una proclamación solemne, más que de una fundación o una ratificación”, “fue una implicación de toda la Iglesia, de todos sus miembros. Fue dar a aquella orden monacal, entre todas las demás, una dimensión universal”. Los Misterios Templarios. Louis Charpentier.

     La Regla y sus Revisiones.

     La Regla que se conoce del 1131 sería redactada en latín y comprendía 68 artículos, revisada y aprobada por el Patriarca Esteban de La Ferté, en ella expone que la Orden es dependiente de la autoridad patriarcal, sin embargo, debería eliminarse esta autoridad en la futura revisión de la Regla en el año 1139, pasando a depender directamente del sumo pontífice cuando comienza la expansión de la Orden fuera de Oriente.

     

     Algunos autores dicen que el encargado de redactar el texto sería Bernardo de Claraval, quien se apoyaría en la Regla de San Benito, sin embargo otros apoyan que sería Hugo junto con el Patriarca de Jerusalén, de todas formas en el prólogo aparece: “El maestre Hugues, con los mismos discípulos, presenta a los dichos padres, tanto como su memoria le pudo facilitar, la Regla y observancias de su orden de caballería”. Lo que tampoco nos facilita quien lo redactó.      Posiblemente Hugo trajo la idea y Bernardo la transformó en palabras.





     En 1140 sería traducida al Francés, lengua oficial de la Orden, añadiéndosele algunas variaciones o modificaciones, como atraer a los Excomulgados; igualmente el Patriarca de Jerusalén modificaría 12 artículos y añadiría 24 como por ejemplo el conceder el manto blanco sólo a los caballeros.
     Tras la Bula Omne Datum Optimun (1163), la Regla quedaría fijada definitivamente.

     Reticencias con los monjes-guerreros.

      A nivel social se produciría en un primer momento un rechazo a estos personajes, ya que no se entendía la imagen de un monje que blande una espada, el pensamiento era: “como un monje que debe predicar el bien, puede blandir una espada y matar a otro semejante”; las críticas, el rechazo a la orden llegaría a hacer dudar a sus propios miembros, preguntándose “cual era su verdadera función, si no pecaban al matar...”.
     Hugo dándose cuenta de que esta perdiendo la confianza de sus hermanos, y la confianza hacia ellos mismos, escribe a Bernardo una carta pidiéndole que defienda la misión de los templarios y que actuara como la autoridad espiritual que debía ser.


     Bernardo le respondería y sería en este instante cuando nace el De laude novae militiae, básicamente ataca a los guerreros tradicionales y enardece los nuevos guerreros o milicia de Dios. (Aparte si os interesa hay una entrada con 5 capítulos de la Loa A La Nueva Milicia).









     A continuación muestro el texto redactado donde por un lado ataca y por otro enardece a los nuevos guerreros.
     Crítica a los guerreros tradicionales:
     “ ¿Cuál es, caballero, ese inconcebible error, esa inadmisible locura que hace que gastéis para la guerra tanto esfuerzo y dinero y no recojáis más que frutos de muerte o de crimen?.
      Engalanáis a vuestros caballos con sederías y cubrís vuestras cotas de malla con no sé qué trapos. Pintáis vuestras lanzas, vuestros escudos y vuestras sillas, incrustáis vuestros bocados y vuestras espuelas de oro, de plata y de piedras preciosas. Os engalanáis pomposamente para la muerte y corréis hacia vuestra perdición con una impúdica furia y una insolencia descarada. ¿Son estos oropeles el arnés de un caballero o las galas de una mujer? ¿O acaso creéis que las armas de vuestros enemigos se apartarán del oro, perdonarán las gemas, no penetrarán en la seda? Por otra parte, se ha demostrado a menudo que tres cosas sobre todo son necesarias en la batalla: el que un caballero esté alerta a defenderse, que sea rápido sobre la silla y presto en el ataque. Pero vosotros, por el contrario, os cubrís la cabeza como mujeres, para incomodidad de vuestra vista; vuestros pies se enredan en unas camisas largas y amplias y escondéis vuestras manos delicadas y suaves bajo unas mangas amplias y acampanadas. Y, así ataviados, os batís por las cosas más vanas, tales como la cólera irracional, la sed de gloria o la codicia de los bienes temporales. Matar o morir por tales objetivos no salva el alma”.

     Enardecimiento de los nuevos guerreros:
     “El caballero de Cristo mata a conciencia y muere tranquilo: muriendo, alcanza su salvación; matando, trabaja por Cristo. Sufrir o causar la muerte por Cristo no tiene, por un lado, nada de criminal y, por el otro, es merecedor de una inmensa gloria...
     Sin duda, no habría que dar muerte a los paganos, ni tampoco a los demás hombres, si se tuviera otro medio de detener sus invasiones e impedirles oprimir a los fieles. Pero en las circunstancias presentes, es preferible masacrarles que dejar el arma de los pecadores suspendida sobre la cabeza de los justos y que dejar a los justos expuestos a cometer también iniquidades. ¿Qué hacer, entonces? Si no le fuera permitido jamás a un cristiano golpear con la espada, ¿habrá el precursor de Cristo recomendado solamente a los soldados que se contentaran con su soldada? ¿No les habría prohibido más bien el oficio de las armas?.
     Pero no es así, sino muy al contrario. Llevar las armas les está permitido, al menos a aquellos que han recibido su misión de lo alto, y que no han hecho profesión de una vida más perfecta. Os pregunto si lo hay más cualificados que esos cristianos cuya poderosa mano conserva Sión, nuestra fortaleza, para defendernos a todos y para que, una vez expulsados de allí los transgresores de la ley divina, la nación santa, guardiana de la verdad, pueda entrar en ella con seguridad. !Sí, que dispersen, derecho tienen a ello, a esos gentiles que quieren la guerra; que supriman a cuantos nos perturban; que arrojen fuera de la ciudad el Señor a todos esos siervos de la iniquidad que sueñan con arrebatar al pueblo cristiano sus inestimables riquezas encerradas en Jerusalén, con mancillar los Santos Lugares y con apoderarse del santuario de Dios!.

      Ahora, para dar a nuestros caballeros que militan no en favor de Dios sino del diablo un modelo a imitar, o más bien para inspirarles confusión, expondré brevemente el tipo de vida de los Caballeros de Cristo, su modo de comportarse tanto en la guerra como en sus casas. Quiero que se vea claramente la diferencia que existe entre los soldados seglares y los soldados de Dios. En primer lugar, no falta disciplina entre ellos. No sienten desprecio por la obediencia. A una orden de su jefe, van, vienen; visten el hábito que él les entrega, y no esperan de otro que él su vestimenta y sustento. Tanto en el vivir como en el vestir se evita lo superfluo; se reserva la atención para lo necesario.
     Es la vida en común, llevada en alegría y mesura, sin mujeres ni hijos. Y para que la perfección angélica se vea hecha realidad, habitan todos en la misa casa, sin poseer nada propio, atentos a mantener entre ellos un mismo espíritu cuyo vínculo es la paz. Diríase que esta multitud no tiene más que un corazón y un alma, de tanto como cada uno, lejos de seguir su voluntad personal, se apresura a obedecer a la del jefe. No permanecen nunca ociosos; no van ni vienen por pura curiosidad; pero cuando no se hallan en campaña (lo que ocurre raramente), para no comer el pan sin habérselo ganado, zurcen sus ropas rotas, reparan sus armaduras (…). No existe entre ellos preferencia de personas; se juzga según su mérito, no según la nobleza (…). Nunca una palabra insolente, una tarea inútil, un estallido de risa inmoderada, una murmuración, por más nimia que sea, quedan sin castigo. Detestan el juego del ajedrez, os de azar, sienten horror por la caza de montería, y ni siquiera se divierten con la caza del pájaro por la que tantos otros andan locos. Los mimos, las que dicen la buenaventura, los juglares, las canciones jocosas, las representaciones teatrales son a sus ojos otras tantas vanidades y locuras que apartan de sí y de las que abominan. Llevan el cabello corto, pues saben que, según la palabra del apóstol, es vergonzoso para un hombre preocuparse por el cabello. No se peina en absoluto y se bañan raramente. Por ello se les ve desaliñados, desmelenados, negros de polvo, la piel tostada por el sol y tan bronceados como su armadura.”

     Bibliografía:


Codex Templi. Templespaña.









   Los Templarios en los Reinos de España. Gonzalo Martínez Diez.







   La Otra Historia de los Templarios. Michel Lamy.








     Los Misterios Templarios. Louis Charpentier.








     El Legado Templario. Juan G. Atienza.








     Los Templarios. Monjes y Guerreros. Piers Paul Read.









     La Vida Cotidiana de los Templarios (S.XIII). Georges Bordonove.

No hay comentarios:

Publicar un comentario