Nos
trasladaremos a tierras segovianas donde encontramos una leyenda
relacionada con la llegada del Lignum Crucis a Maderuelo.
Durante
una de las batallas en Tierra Santa, el maestre templario caería
prisionero ante el rey de Alejandría. El rey celebraría la victoria
ante los cristianos con una cena, a la cual invitó al maestre, ya
que sentía un gran respeto por estos caballeros, a la vez que
intentaría convertirlo a la fe musulmana.
Mientras
transcurría el banquete, el rey observó la tristeza del maestre,
para acercarse a él, le ofreció la oportunidad de escoger una joya
de todas las que se encontraban expuestas en el salón, podría
quedarse con ella aunque no abrazara la fe de Mahoma, o incluso si
fuese liberado mediante el pago de un rescate.
El
maestre agradecido, observó como un Lignum Crucis llamaba su
atención de manera mágica, al mismo tiempo una copa llamaría la
atención del propio rey, qui en la tomó.
Llenó
la copa para beber en ella, pero el maestre trató de impedirlo, le
advirtió que la copa tenía un carácter sagrado para la religión
cristiana, y que aquel que se atreviera a profanarla, pagaría sus
consecuencias.
Tal
hecho hizo que el rey sintiera curiosidad y afirmó su deseo de beber
en ella, a lo que el maestre asintió pero con la condición que le
permitiera tocar la copa con la cruz elegida cada vez que fuera a
beber de ella.
El
rey consentiría aunque a regañadientes, de manera que la primera
vez, el refresco se convirtió en vino, algo prohibido para los
musulmanes, así sucesivamente hasta que a la séptima vez, el
milagro se convertiría en algo ofensivo para el rey, para sus
creencias y su religión.
Enfadado
y como castigo, mandaría fundir la cruz, verter el oro en la copa y
dárselo de beber al maestre.
Pero
tal profanación no tendría lugar, ya que en el momento que los
soldados tomaron los objetos y al maestre, desaparecieron ante la
mirada de todos los asistentes a la cena.
Tanto
el maestre como los soldados, aparecerían a los pies de Ntra. Sña.
Del Temple en Maderuelo, ante la atónita mirada de los hermanos
templarios que estaban orando, vieron que el maestre arrodillado,
portaba en una mano el Lignum Crucis, y en la otra un cáliz, y junto
a él tres soldados sarracenos asustados.
Si
seguimos con el final, los tres soldados sarracenos quedaron al
servicio del maestre, convirtiéndose más tarde al cristianismo;
debido a este milagro, la iglesia cambiaría de nombre, llamándose
de la Vera Cruz.
Como
curiosidad
podemos añadir que una vez al año, distintas reliquias de la zona
se unían para honrar el Lignum Crucis, entre ellas la “cabeza de
San Frutos” procedente de la Encomienda de Sepúlveda.
Para
recordar ese momento, se preparaba una cena llamada “cena
de los moros”,
donde se sumergía la citada cabeza en agua o vino, dependiendo de
como había sido la cosecha ese año.
Sobre
la leyenda, podemos decir que entra dentro de las llamadas leyendas
templarías, en las que se quiere relacionar directamente a la Orden
con una reliquia, imagen, lugar o hecho acaecido durante los años de
su existencia. Pero aquel que inventó o tradujo la leyenda, no tuvo
en cuenta que cuando menciona el pago de un rescate, no debía
conocer muy bien las normas de la Orden del Temple, ya que todo
templario que cae prisionero, debía saber que la Orden no pagaría
ningún rescate por el, sin importar su status dentro de la jerarquía
militar, y que normalmente eran pasado a cuchillo, sin piedad.
Aquí
os dejo una entrada con más información sobre este Lignum Crucis:
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