Nos debemos trasladar a la
Isla A Coelleira en Lugo (Galicia).
Un grupo de templarios se instalaron en
esta pequeña isla huyendo de la persecución de Felipe IV “el hermoso”, mas
concretamente en el Monasterio de San Miguel del cual no queda rastro hoy día.
De esta leyenda existen dos versiones, una romántica con final trágico,
en ella un joven debe decidir entre la fidelidad a la Orden del Temple o el amor a
su dama…..
Un joven llamado Guillelme compartía dos
sueños, componer poesías, disfrutar de los juegos, y por otro lado soñaba con
cabalgar hacia Tierra Santa, expulsar a los infieles y proteger a los
peregrinos dentro de la Orden.
Sin embargo su juventud le hacia flaquear
cuando observaba y pensaba en una bella joven.
Una noche envueltos por la luz de la luna
y cubiertos por las estrellas, se vieron junto a una enorme cruz de piedra próxima
a un templo.
Esa misma noche la joven Rosalía entre
sollozos y viendo que la voluntad de Guillelme era fuerte, le hizo un ultimo
ruego: - “Si muero, tal vez mi cadáver
deje fuera del ataúd la mano de desposada, si es así, estréchala tu entonces,
pero pronuncia también mi nombre antes de tu muerte”.
Pasado el tiempo, Guillelme pasó por una abadía,
en su interior se entonaba De Profundis, sintió que una punzada fría recorría
todo su cuerpo; se acerco hacia el cadáver de una hermosa joven que yacía sobre
un túmulo rodeado de antorchas encendidas, tenia una mano fuera del ataúd.
Apesadumbrado y lleno de lagrimas
estrecho su mano y se aparto a meditar, lo haría en una pequeña isla donde se
encontraba un monasterio.
Siguiendo la leyenda, una noche se
escucharon teñir las campanas del monasterio en A Coelleira, varios hombres se
dedicaban a degollar a los hermanos templarios que allí se encontraban
durmiendo.
Con los primeros rayos de sol, 35
templarios yacían en el suelo cubierto de sangre, excepto uno llamado
Guillelme, no dudaría en presentarse ante los asesinos diciéndoles: - “Aquí me tenéis. Soy el ultimo templario”; arrodillado y mirando
al cielo grito: - “¡Rosalia, Rosalia!”…
La segunda
versión, seria un único templario el que se salvara de la masacre,
disfrazado de paisano y portando la imagen de San Esteban, lograría esconderse
en una casa de Viñedo, barrio de Baltar, hoy conocido como la Casa do Paisano.
A las dos leyendas les acompaña una
tradición, al parecer el encargado de mandar realizar este acto fue el señor
Quirós, quien atormentado por lo que hizo, dejo escrito en su testamento: “Dejo 36 misas para bien de las almas de 36
frailes que, por orden del rey, hice degollar en la Isla de Coelleira”.
La ultima misa se realizaría el 24
diciembre de 1309, como era costumbre, los vecinos de Baltar entregaban una
cesta llena de panes al monje de la parroquia para que los consagrara; se
cuenta que los panes se convirtieron en dulces con forma de estrellas y que no
se acababan.
Desde entonces es tradicional tomar
durante estas fechas este dulce con forma de estrella.
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