Bienvenidos iniciados, “En un conflicto
armado, hoy es probablemente más peligroso ser una mujer que ser un soldado”.
Patrick Cammaert, ex comandante de fuerzas de paz de la ONU.
“La
violencia sexual como arma de guerra”, estas palabras nos muestran el
hecho de que mujeres a lo largo de los distintos conflictos bélicos pasados,
presentes y por desgracia futuros siguen
pasando (actualmente es el caso de Ucrania o la República Democrática del
Congo) donde mujeres sin tener en cuenta edad, han sido y son violadas,
torturadas y/o asesinadas.
Sin
menospreciar a ninguna, me centraré en las denominadas “Mujeres de Consuelo o Confort”
utilizadas como esclavas sexuales por los militares durante la fase de expansión
del Ejército Imperial Japonés.
No puedo
negar la existencia de la utilización de la violencia sexual como arma de guerra,
sobretodo sobre la mujer tras ver en un capítulo de una serie coreana titulada
“Mañana” que trataban el tema de estas niñas engañadas, que solo buscaban una
mejora económica para ayudar a sus familias y terminaban en un burdel para
satisfacer a militares japoneses, aparte de revolvérseme el estómago y sentir
una gran tristeza e impotencia, decidí aportar mi granito de arena haciendo
esta entrada, “VA POR ELLAS”.
El contexto
histórico sobre el que hay que centrarse sería la colonización japonesa de la
Península de Corea entre 1910 y 1945.
“El estado de servidumbre en el que se
hallaba mi patria, pensaba yo entonces, era el responsable de aquel clima
siempre tenso, de aquella amenaza siempre pendiente sobre nuestras cabezas.
Porque desde el 22 de agosto de 1910 Corea había dejado de existir para
convertirse, ante la indiferencia de las naciones occidentales, en una
provincia del Imperio Japonés”. Las Orquídeas Rojas de Shanghái.
Juliette Morillot.
Resumiendo
podemos decir que a través de distintos tratados, asesinatos de personas influyentes
en la sociedad, una violenta represión por parte del ejército japonés además de
represión cultural imponiendo una política de asimilación agresiva comandada
por el gobierno japonés, llevará a la colonización de Corea por parte de Japón.
Al más puro
estilo feudal, se obligaba a los alumnos a recitar el llamado “juramento
del súbdito”:
Somos
súbditos del Imperio japonés, lo serviremos con lealtad.
Nosotros,
súbditos del Imperio japonés, cooperaremos con amor y devoción en la tarea de
reforzar la unidad dela nación.
Nosotros,
súbditos del Imperio japonés, soportaremos el dolor y la adversidad para
contribuir a la gloria eterna del Imperio.
Engañadas, Secuestradas y Voluntarias.
“Amnistía Internacional en un informe del
año 2021 titulado “Japón, las mujeres de Solaz”, desde 1932 hasta final de la
II Guerra Mundial, 200.000 mujeres –según cálculos conservadores- la mayoría
coreanas, fueron sometidas a esclavitud sexual”. Apuntes historiográficos sobre las
“mujeres de consuelo” durante la ocupación japonesa de Corea (1910-1945).
Daniel Pérez Díaz.
La mayoría de ellas procedían de la vida rural; el método de reclutamiento era a través de anuncios de trabajo como secretarias o mano de obra en fábricas, en ellos se ofrecía hogar, sueldo digno e incluso estudios para poder mejorar, todo un reclamo para jóvenes que querían una mejora económica para su familia.
Los
oficiales japoneses llegarían a visitar las propias escuelas para reclutar a
niñas, los propios padres desesperados y como solución extrema podían llegar a casar a sus hijas de sólo 8-9
años para protegerlas de ser llevadas, aunque realmente la consecuencia sería
la misma.
Este método
tan extremo no amilanaría a los soldados japoneses que no dudarían en utilizar
el secuestro como práctica habitual para abastecer sus necesidades, actuaban en
colegios, templos o en sus propios hogares, sin olvidarnos de aquellos que sin
escrúpulos que lo hacían a cambio de un beneficio económico.
Cuando se
habla de mujeres de confort “voluntarias”, hace referencia a
prostitutas profesionales, la mayoría de ellas japonesas, y lo de “voluntarias”
habría que cogerlo con pinzas ya que lo harían para pagar deudas y/o para huir de la precariedad de vida que tenían,
salían de un infierno para meterse en otro peor.
A
diferencia de las mujeres coreanas, estas “voluntarias” debían tener más de 21
años para ser reclutadas.
“Casas
de Confort” o “Casa de Consuelo”.
La mayoría
de estas mujeres y niñas serían explotadas por el ejército japonés simplemente
por ser pobres, por pertenecer a clase social baja, por su situación familiar y
por su etnia, rondarían entre los 10 y 20 años.
La primera
Casa de Confort o Casa de Consuelo sería instalada en 1932
en Shanghái
para ser utilizada por personal militar japonés; posteriormente sobre 1937
comienza la expansión a gran escala de estas casas.
Se crearon centros
en: China, Taiwán, Borneo, Filipinas, Islas del Pacífico, Singapur, Península
Malaya, Birmania e Indonesia.
La justificación para crear estas
“casas” que no era otra cosa sino burdeles militares camuflados, era alcanzar
una serie de objetivos dentro de las filas del ejército japonés:
-
Reducir el nº de violaciones.
-
Evitar las ETS.
-
Contrarrestar la amenaza de espionaje.
-
Mejorar la moral y aliviar el estrés de
los soldados.
Como era de
esperar, poco o nada se llegaría a conseguir, las violaciones se seguirían
realizando, sobre todo en estas casas, donde se les premiaba con la impunidad
de poder hacerlo sin consecuencias para el militar; las ETS se extenderían entre
los soldados, principales foco de las infecciones; el tema del espionaje
simplemente se controlaba a través de supervisiones entre los regentes de los
locales, personal militar y mujeres de confort; y sobre el último punto, que
mejor que entregar una muñeca con la que poder desahogarte.
Cada casa
poseía sus normas de uso, variando según se encontrara establecida en un
pueblo o ciudad, coincidiendo todas en la prohibición de salir las prostitutas
del recinto.
Vigiladas
constantemente, los centinelas tenían permiso para abrir fuego a quien intentase
huir.
Recibían
una remuneración
por sus servicios, pero también estaban obligadas a pagar los gastos que
generaban: Ropa, productos de higiene, mobiliario…; y en ocasiones no llegaban
a recibir nada, ya que este dinero podría ser utilizado como contribución a la
defensa nacional.
Mencionamos anteriormente
el evitar las ETS, pero como hacerlo cuando el nº de preservativos que te
entregan no llegan ni para cubrir un día de “servicios” a esto añadir aquellos
que no lo querían usar como medida de prevención, para más humillación se veían obligadas a lavarlos
para volver a usarlos de nuevo, buena medida de protección y prevención, y el
resultado final, embarazos no deseados, y cargar con la culpa de que estas ETS
eran transmitidas por estas mujeres.
Muchas de
ellas morirían debido a múltiples
factores como la mala nutrición, enfermedades varias, agotamiento, abortos,
malos tratos, suicidios….
“estas mujeres eran consideradas como una
propiedad a la que tenían derecho de uso y, como no, deshacerse de ella en caso
de no cumplir los objetivos establecidos o generar “costes innecesarios””. La
esclavitud sexual como arma de guerra: Halmoni, la historia de una mujer
confort. Marta Pinto Pérez.
Violencia,
Compañera Diaria.
Diariamente eran sometidas a todo tipo de vejaciones y violencia tanto física, psicológica, sexual.
Podía
sufrir violaciones diarias, en ocasiones hasta 70 violaciones, su cuerpo podía
ser mutilado, golpeado, quemado, fracturado; las que sobrevivieron, serían
acompañadas de este tormento el resto de sus vidas, emocionalmente destrozadas.
Perdían su
identidad al no poder usar sus nombres, su idioma, una anulación total del ser
como persona.
Lo peor de
todo es cuando tu propia sociedad te discrimina y te culpa de todo lo que has
pasado, volviéndose una vez más víctima del sistema, estigmatizada y marginada
por tu cultura, donde una mujer que ha perdido la virginidad o no puede tener
hijos es considerada una “Deshonra para la sociedad y la familia”.
Halmoni. 할모니
Nombre que en coreano significa “abuela”, así es como
quieren ser llamadas estas supervivientes.
En 1992
se fundó la House of Sharing o Nanum donde viven la mayoría de ellas,
además de ser su hogar, intentan aliviar y recuperarse de sus heridas jamás
cerradas, trabajan para que sus vidas no se olviden.
La primera
Halmoni que se armó de valor para hablar sobre el tema sería Kim Hak-soon (1924-1994),
más tarde sería acompañada por otras Halmoni donde en 1991 interpusieron una
demanda.
El valor de
estas primeras mujeres alentó a que otras muchas rompieran su silencio, desde 1992
se reúnen todos los miércoles un movimiento frente a la Embajada Japonesa
de Corea del Sur donde son acompañadas de activistas, estudiantes y todo aquel
que arropa su causa.
Por parte
del Gobierno Japonés, sigue negando la existencia de estos lugares, quitándose
todo tipo de responsabilidad, los testimonios, documentos y fotografías no
demuestran nada, irónico.
“El 28 de diciembre de 2015, los Ministros
de Asuntos Exteriores de Japón y Corea dieron a conocer una declaración
conjunta que esboza un acuerdo bilateral, final e irreversible, que establece
que el gobierno japonés ofrecerá una disculpa indirecta a través del Primer
Ministro Shinzo Abe y aportará el pago de una compensación a las victimas
surcoreanas de 1000 millones de Yenes (8`3 millones de dólares) por medio de
una fundación”. La esclavitud sexual como arma de
guerra: Halmoni, la historia de una mujer confort. Marta Pinto Pérez.
Y ahora la letra pequeña: De este acuerdo
sólo se beneficiarían las supervivientes coreanas, quedando todas las demás
mujeres (Filipinas, Taiwan, China…) ignoradas, compensación injusta, no se
puede suplir toda una vida perdida con dinero, este Don Dinero hace olvidar
todo lo pasado, hace desaparecer las cicatrices, te devuelve el tiempo
perdido?.
Y lo más
penoso es que estas situaciones de violencia hacia la mujer siguen siendo
utilizadas, el ser humano está perdiendo su humanidad, el respeto, la
tolerancia, llegaremos a vivir en convivencia y en paz algunas vez?.
Algunas de sus Historias con Amor y Respeto.
“Cuando tenía 14 años, unos hombres estaban reclutando
trabajadoras. Me dijeron que podría trabajar en una fábrica y ganar dinero (…)
Me llevaron a Manchuria, me recluyeron allí durante un año y medio y luego me
trasladaron a Singapur. No recuerdo cuánto tiempo permanecía allí. Me dieron
una habitación pequeña. Me escapé, pero había soldados y guardias por todas
partes. No tenía a dónde ir. Me pillaron y me golpearon mucho. Debido a eso no
puedo oír bien del oído izquierdo. Cuando me violaron por primera vez, no sabía
qué estaba ocurriendo. Era demasiado joven. Lloré y lloré pensando en mi madre.
Tenía que “servir” hasta a 10 hombre al día. Todas las semanas nos hacían un
examen médico. En el “centro de consuelo” de Manchuria no me pagaban en
absoluto y no me permitían salir. Las condiciones eran muy malas y la vida,
insoportable. Algunos soldados no usaban preservativos, por lo que me quedé
embarazada. Intenté evitarlo tomando hierbas, pero no funcionó. Incluso me
obligaron a acostarme con ellos hasta el sexto mes del embarazo. Di a luz a los
ocho meses, pero el bebé nació al revés y murió. No recibí atención médica
adecuada después de dar a luz y se me cayeron muchos dientes. Volví a quedarme
embarazada pero perdí el bebé”. Año 2005 de Lee Ki-sin
“Narcisa Claveria, de 74 años, procedente de
Filipinas, relató a Amnistía Internacional que presenció cómo torturaban a su
padre y violaban a su madre. También vio cómo morían sus hermanos pequeños a
bayonetazos. A ella le rompieron el brazo antes de llevarla a rastras junto a
sus dos hermana a un cuartel situado a 3 km de su casa.”
“Los Kitamura, un matrimonio que regentaba un centro
de consuelo (…) compraron a 22 mujeres coreanas solteras en 1942. Los padres
recibían entre 300 y 1.000 yenes, según la manera de ser de la muchacha, su
edad y su aspecto. Dos de ellas habían muerto en un bombardeo aéreo; las otras
veinte declararon que cuando fueron vendidas tenían entre 16 y 21 años. Por lo
visto, nadie les advirtió que su trabajo implicaba servicios sexuales” (YOSHIMI
1995: 99)
Tenía 14 años cuando me vi arrastrada a la fuerza a la
esclavitud sexual por el ejército japonés. Dijeron que me contratarían como
operaria de fábrica, pero en vez de eso nos llevaron a muchas hasta Taiwán,
Hong Kong, China, Malasia e Indonesia. Yo estaba con la comandancia del
ejército, así que prácticamente fui a todas partes con ellos. No tengo palabras
para describir lo que me hacían los soldados todos los sábados, desde el
mediodía hasta las cinco de la tarde; y los domingos, de ocho de la mañana a
ocho de la tarde. Al final del día no podía ni incorporarme. Tras ocho años de
suplicio me pusieron a trabajar en un hospital del ejército. Su intención era
ocultar cualquier prueba sobre las “confort women”. Kim Hak-soon
Algunos soldados eran buenos; otros eran perversos.
Algunos me daban patadas y puñetazos en la cara. Me cayeron algunos dientes. Me
daban patadas en la vagina y, cuando me negaba a servir a los soldados, me
pegaba mi jefe. Trabajaba de nueve de la mañana a cuatro de la tarde “sirviendo”
a soldados. Siempre había una cola muy larga. Los soldados que esperaban
gritaban “haiyaku, haiyaku”, que significa “rápido, rápido”. El segundo turno
comenzaba a las cinco de la tarde y terminaba a las ocho de la mañana. Este
turno estaba reservado para oficiales de algo rango que pagaban más y que
podían pasar la noche con mujeres. Tenía que servir a 40-50 hombres al día.
Tenía dolores fortísimos todo el tiempo; sentía como fuego en la vagina. Choi
Gapsoon.
Bibliografía:
Apuntes historiográficos sobre las “mujeres de
consuelo” durante la ocupación japonesa de Corea (1910-1945). Daniel Pérez
Díaz.
La
esclavitud sexual como arma de guerra: Halmoni, la historia de una mujer
confort. Marta Pinto Pérez.
Las
orquídeas rojas de Shangai. Juliette Morillot.
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